El Salvador: Un país de múltiples rostros.

Bueno... esto es de nuevo nada serio, solo algo que se me vino mientras andaba por la casa... ideas entrelazadas en un sentir, solamente...



El Salvador: Un país de múltiples rostros.
  


El Salvador, para los salvadoreños la tierra madre, el lugar donde nacemos y crecemos… donde vivimos y luchamos día a día por un mundo mejor, desde nuestro pequeño pedacito de tierra. Un lugar donde la gente va por la calle, algunos saludando, otros con sus propios problemas, con la cada vez más frecuente inseguridad que nos acecha, con nuestros temores y nuestros sueños. El lugar donde atendemos a nuestros invitados y, como buenos anfitriones, nos esforzamos por mostrarles lo mejor de lo mejor… lo que ellos quieren ver.

Si es un reportero le llevamos a la fuente de los hechos, si es un turista que disfrute los pueblos vivos, las ruinas mayas, las hermosas playas, la vida nocturna de nuestra amontonada zona metropolitana y todas esas ofertas para vacacionar… y si el huésped es un familiar, un hermano lejano… simplemente le hacemos sentir en familia.

Y esa es nuestra cara dentro del país… la de los salvadoreños, los ciudadanos que día a día salimos a la calle con la frente en alto a defender nuestro derecho a la vida, al trabajo y a tantas cosas más…

Luego está la cara del país… el país por sí mismo, el territorio, lo que han hecho con él… ese país sufrido que ha derramado lágrimas de sangre a través de su historia, pero que aún así sigue sonriendo.

La patria prostituida de los poetas de post-guerra, aquellos que vivieron en el asedio inquietante de los años 80’s, la que los ahora viejos recuerdan con cierto terror y que a los jóvenes cada vez les importa menos…

La tierra que de tan vendida que está ya no puede levantarse por sí misma, porque de la deuda está hasta la mera coronilla, solo obedeciendo las órdenes del país del norte, de ese que controla al mundo y que ahora se tambalea, porque ningún imperio es permanente… Esa tierra que ahora sufre los ataques, las consecuencias de la negligencia eterna de los gobiernos que en lugar de gobernar, anarquizan al pueblo, le invitan a la convulsión social con cada una de sus estúpidas y asfixiantes decisiones.

Y está la cara con la que nos ven nuestros hermanos del centro: Razones históricas por las cuales tienen en “mal ver” a nuestros ciudadanos, a aquellos que “ya no cabían” y nunca cupieron en el país, aquellos que siendo más pobres que los más pobres salieron de sus casas solo con lo puesto para trabajar en tierras extrañas aunque similares, tierras hermanas. Aquellos que nunca tuvieron un lugar en ningún lugar… y así es como nos ven, con la imagen de esos hermanos perdidos por culpa de los siempre amenazantes gobiernos del país.

Finalmente, pero no menos importante, tenemos el rostro que presentamos al mundo, aquel que se asemeja más al de nuestros ciudadanos, pero menos al de nuestro país…
“Los salvadoreños son trabajadores, son emprendedores, esos que le hacen a todo”… Y es lo único que queda, al estar en una tierra extraña, más extraña que las tierras hermanas… solo queda ser un “hacelotodo”, servir, servir y servir hasta lograr salir de donde estamos, a sacar a nuestros ciudadanos del hoyo que les tocó que vivir en el pequeño país… ese país hundido por todos los gobiernos, este país que tratamos de levantar, pero que los intereses ajenos al pueblo se empeñan en mantener en el fondo de un abismo cada vez más grande…

Y eso somos… El Salvador de los salvadoreños, un país multifacético que es cambiante dependiendo de donde se le mire.

Hospitalario, tranquilo, hermoso, trabajador y resignado, pero a la vez es violento, subversivo, hostil y holgazán… con una pésima suerte para las cosas del hombre, pero una suerte maravillosa para las cosas de la naturaleza.
El Salvador, tierra bendecida que aún hoy ve su sombrero azul y sus calles rojas… esas calles que han sido teñidas y despintadas una y otra vez a lo largo de los siglos, las calles que se siguen tiñendo con la sangre de los inocentes por los inconscientes, por las consecuencias de la guerra, pero que se destiñen con las honradas pisadas de los trabajadores. De los dignos hijos de la patria que día a día luchamos por ver salir nuevamente el sol y por salir a flote, aunque sabemos que estamos más hundidos que el Titanic.

Y esa es mi tierra, mi patria, el lugar por el que quiero dar la vida, pero no de forma violenta como en su momento lo hicieron mis ancestros… si no, al contrario: Quiero dejar mi vida para hacer un mejor lugar, un lugar donde no tengamos que temer que el vecino tenga un arma, donde no existan las guerras y la intolerancia… un lugar utópico tal vez y un poco imposible, una lucha que se que está perdida, pero aún así quiero luchar…

Porque aún creo en El Salvador de los salvadoreños.


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